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crea tu firma animada

6 de febrero de 2011

Las cosas maravillosas...

Había una vez una pequeña figurita, una de esas que te regalan sólo para adornar. Había llegado a esa casa cuando la pequeña había nacido, de mano de una mujer que solo pensó en que con eso ya quedaría bien y nadie le reclamaría nada. Ese día la habían colocado en el estante más alto en cuanto la mujer se fue, y no se había movido desde entonces.

Había visto como el salón cambiaba de color, de estilo y de ambiente, pero como nunca habían cambiado la estantería ella no se había movido.

También había visto como los habitantes de la casa habían cambiado, como la que cuando ella llegó era una recién nacida. La había visto jugar con muñecas, pelear con sus hermanos y hablar con sus amigos en aquel salón. Pero nadie la veía a ella.

Un buen día, a la ahora joven le dió por mirar hacia arriba.

-¿Qué es esto?- preguntó en voz alta.

Cogió una silla y se aupó asta el ultimo estante. Agarró con delicadeza la figurilla y bajó al suelo. La dejó encima de la mesa y fue a buscar un trapo. Con cuidado le quito el polvo y la puso debajo de un rayo de sol. Todo se llenó con un arco iris brillante y precioso.

-¡Qué bonita!- dijo la chica. Se sentó en la silla y estuvo un rato observándola, con la cabeza apoyada en las manos.

Al cabo de un tiempo su madre volvió.

-¡Mamá, mamá! ¿Que es esto?- le preguntó mientras la señalaba.

La mujer miro la figurilla con extrañeza, luego con reconocimiento.

-Eso lo trajo tu tía cuando naciste, ya no me acordaba de ella-.

-¿Me la puedo quedar?- pregunto la joven con ilusión.

-Claro, se supone que es tuya- le respondió su madre con una sonrisa.

-¡Bien!- exclamo la chica, y sin más cogió la figurilla y se la llevo a su habitación.

La puso en otra estantería, en un estante mucho más bajo, con otras figuritas, y se la quedó mirando.

-Es preciosa...- susurró mientras observaba a la delicada hadita que estaba congelada en el momento justo antes de empezar a despegar y que hacía que la luz que le llegaba desde la ventana se convirtiera en un millón de colores que hacían que las demás figuritas parecieran vivas...

Y mientras la miraba le pareció que el hada le sonreía...


No solo porque no veas las cosas significa que no estén ahí... y sean maravillosas.



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